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Década de los 90, los primeros ídolos del baloncesto calvianer

Jugadores como Adolfo Seguí (Palma, 1966), Javier Lorente (Madrid, 1962) y Miquel Àngel Pou (Palma, 1961) destacaron en la época de los noventa en Calvià de la mano del entrenador Javier Sevilla (Cuenca, 1957). Una bonita cadena de coincidencias juntó a tres grandes amigos en Mallorca casi diez años después de conocerse en el Bancobao Villalba de la ACB como es el caso de Seguí, Lorente y Sevilla, a los que sus respectivas vidas les llevaron a volver a cruzarse defendiendo los intereses de aquel Cárnicas Pocoví Costa Calvià. A ellos, se le sumaría el mallorquín Miquel Àngel Pou con casi 300 partidos en la máxima categoría del baloncesto nacional. Más de veinte años después de su paso por la isla tanto Sevilla como los tres jugadores recuerdan su paso por el club calvianer con mucho cariño y nostalgia.

El Club Baloncesto Costa Calvià -más conocido como Bàsquet Calvià- va camino de cumplir su trigésimo aniversario, tiempo en el que han pasado muchos ídolos y grandes equipos para representar de la mejor manera posible el conjunto del municipio. Si ahora la entidad calvianera vive una de sus mejores épocas a nivel sénior con su máximo representante masculino, el Flanigan Calvià, en Liga EBA, antes hubo otros precursores que en los años noventa ilusionaron al municipio con equipos de un muy alto nivel y jugadores que han pasado por la élite del baloncesto español para iniciar el camino de lo que hoy en día es el Bàsquet Calvià. De la mano del entrenador Javier Sevilla se juntó a un elenco de deportistas como Adolfo Seguí, Javier Lorente, Miquel Àngel Pou o David Ramírez que lograron importantes hitos en la entidad. En la temporada 1994/95 los de Sevilla lograban el ascenso a la Segunda División -máxima categoría del baloncesto balear- en una fase de ascenso que se disputaría en el Polideportivo Municipal de Calvià –actual Palau d’Esports Melani Costa- y tras proclamarse campeones de liga. “Recuerdo el ascenso con mucha alegría. Estuvo muy bien y con mucha gente en el pabellón. Éramos un grupo de amigos con una mezcla de exprofesionales del baloncesto junto a chicos del municipio o de alrededores”, relata el entrenador de ese equipo. Seguí fue el máximo anotador de aquella fase de ascenso que se disputó en el Polideportivo de Calvià y que fue el culmen a una gran temporada. El alero mallorquín recuerda que “se organizó la fase en Calvià, ganamos dos partidos y subimos. Fue una buena época. Teníamos buenas instalaciones y no nos podíamos quejar. A parte de divertirnos conseguíamos cosas que Calvià no había conseguido por aquella época”. Sin embargo, ese hito no estaba en la mente de Sevilla el día que aceptó la propuesta del conjunto calvianer, aunque a medida que iban pasando las jornadas el conquense fue tomando conciencia de ese nuevo objetivo. “Empezó como una especie de entretenimiento pero los resultados nos fueron acompañando y nos lo empezamos a tomar en serio. Era muy típico en esa época que se jugara una pachanga de fútbol sala para calentar el primer día de la semana. Dejé de hacerlo y me lo recriminaban los jugadores. Les dije que el primer partido que perdamos retomaremos la costumbre pero íbamos ganando y estuvimos casi toda la temporada sin jugar al fútbol sala”, confiesa el preparado.


Ese resultado deportivo fue el fruto de un equipo unido y que se convirtió en una piña. Así lo recuerda Javier Sevilla que no duda en reconocer que “los recuerdos son fantásticos porque coincidió con la mejor etapa de mi vida a nivel personal y de relaciones humanas”. Igual de especial fue para el base madrileño, Javier Lorente, que llegaba a la isla sin conocer a nadie y que gracias a su reencuentro con Adolfo Seguí entabló relaciones rápidamente y se involucró de forma inmediata a la isla: “Es un recuerdo fantástico. Me gustaba esa mezcla de mantener un nivel relativamente competitivo sin ser profesionales y con seriedad mientras fortalecía esas relaciones personales con actividades extras como ir a comer juntos y que hizo que el ambiente fuera muy bueno. Me lo pasé muy bien. Siempre he jugado al baloncesto por diversión y me motivaba más pasármelo bien que el aspecto competitivo. Disfruté jugando porque hicimos un equipo en el que había muy buena conexión. Creamos un equipo muy competitivo. Había buen ambiente en el equipo y tengo muy buenos recuerdos de esa época. Después de los partidos íbamos a comer todos juntos. Para mí que venía de la Península y sin conocer a nadie en la isla fue una puerta para integrarme”.

Un reencuentro casual

Javier Sevilla, Adolfo Seguí y Javier Lorente iniciaron una gran amistad en los tres años que coincidieron en el Collado de Villalba (1985-88) pero lo que no sabían es que el destino querría volver a juntarlos casi diez años después en Mallorca. Todo empezó en el 92’ cuando a Javier Sevilla, profesor de educación física, le salió la oportunidad de incorporarse al Instituto de Calvià. “Ya teníamos pensado ir a vivir a Mallorca. Tuve la gran suerte de que cuando llegué a Mallorca en el 92’ volví a contactar con Adolfo Seguí que estuvo con nosotros en Villaba y salió una gran amistad. Llegué a Mallorca porque soy profesor de Educación Física y fui destinado al Instituto de Calvià y no conocía a nadie. Tanto Adolfo como su familia nos acogió fantásticamente e hicimos una relación de amistad magnífica”, relata el entrenador y preparador físico natural de Cuenca. Un año después de su llegada a la isla le llegó la propuesta para sumarse al proyecto del Club Baloncesto Costa Calvià. “Me preguntaron si quería colaborar con el club y así empezó mi relación con el club. El equipo ya estaba hecho pero reincorporé a Adolfo que había dejado el baloncesto profesional. Fue un salto cuantitativo porque con él el equipo empezó a funcionar”, recuerda Sevilla. La figura del entrenador fue clave para que Seguí, que tenía otras ofertas para jugar en la isla, se decantara por el que por aquel entonces se llamaba Industrias Cárnicas Pocoví. “Por motivos de trabajo aparecieron por aquí. Sevilla se cogió plaza en el Instituto de Calvià, cogió el equipo y me llamó porque sabía que estaba por aquí. Me apetecía y me puse a jugar con ellos”, relata el alero mallorquín. Esa llamada de Sevilla a Seguí lo cambió todo. Sobre todo, cuando pocos meses después, en un día cualquiera de Adolfo Seguí en su puesto de trabajo en el Palau d’Esports de Son Moix se topó de forma casual con Javier Lorente que también apareció por Mallorca de forma inesperada por motivos laborales: “Llegué a Mallorca en el verano del 94’ porque me salió una oportunidad de trabajo. Me fui allí a trabajar, un día me acerqué a pedir información para seguir haciendo deporte en Son Moix donde justamente trabajaba Adolfo Seguí, coincidí con él de casualidad y me comentó que estaba jugando en Calvià y me ofreció ir a jugar con ellos. Así me metí en el equipo”. Lorente añadía que lo más divertido fue que el reencuentro se produjo “de una manera muy casual, de hecho yo no tenía ni idea de que Javier Sevilla estaba en Palma y fue una casualidad que me encontrara con Adolfo Seguí”. El palmesano, por su parte, sigue recordando con muchísima ilusión esas múltiples coincidencias que llevaron a sus amigos a casa. “Lo más especial de esa época es el reencuentro con gente que no pensaba reencontrarme. En ese momento mis amigos y mi vida estaban en la Península y que de repente te los encuentres por aquí es especial. Sevilla y Lorente a nivel de Madrid son muy reconocidos, hablamos de gente que tiene su peso y era un lujo para Calvià” contar con todos ellos.

Pou completa el póker de miembros ACB

Si con ellos no era suficiente, en la temporada 1996/97 llegaba otro ACB a las filas del Calvià de Javier Sevilla. El mallorquín Miquel Àngel Pou se sumaba al proyecto calvianer y completaba el póker de ases del equipo. El pívot mallorquín, que tuvo una larga trayectoria en la máxima categoría del baloncesto nacional con 292 partidos y participación en el All-Star y concurso de mates de la ACB del 85’ en Don Benito, se sumaba al equipo calvianer porque después de sus dos últimas temporadas en el Bàsquet Inca “quería seguir jugando un año más” y buscó un equipo en el que ya tuviera amistades para jugar y divertirse con el baloncesto. “Yo ya conocía desde hace mucho tiempo a Adolfo y a Javi Lorente, quería jugar un año más y decidí jugar con ellos. Éramos amigos, no era solo jugar y ya está, nos lo pasábamos bien. Cuando uno se está retirando quiere ir a un equipo en el que conoce gente y en el que sea uno más. Me integré en seguida al equipo, nos llevábamos muy bien y era divertido ir a jugar”, recuerda Pou.

El palmesano recuerda que “teníamos un buen equipo e hicimos una pretemporada bien hecha” en las instalaciones deportivas de Calvià Vila. Sin embargo, la aventura de este equipo terminó antes de hora por problemas económicos y el Calvià tuvo que terminar el curso con los chicos jóvenes de la casa. “Fue una pena”, lamenta Pou, que al igual que sus compañeros recuerda este desenlace con tristeza porque el ambiente en el grupo era extraordinario. En este sentido, Lorente también siente lástima por no poder haber puesto un buen final a esa etapa en Calvià: “Me queda el mal sabor de boca de que el último año se había formado un muy buen equipo y al no haber fondos no había posibilidades de continuar. Me llevé el desencanto porque me hubiera gustado continuar en cualquier situación porque no pretendía ganar nada con el baloncesto pero decidí no seguir porque la mayoría no seguía y la temporada continuó con los chicos más jóvenes y eso me supo mal por ellos­­­”.